jueves, 13 de octubre de 2011
Praga, como música en otoño
La selección española de fútbol jugó hace unos días en Praga. Por sus calles se pudo ver a cientos de hinchas españoles; muchos eran estudiantes de "Erasmus", pero no todos. Y es que la capital de la República Checa es ya un clásico de vacaciones para los españoles. Razones sobran. Praga es, sin duda, una de las ciudades más hermosas de Europa. Con fútbol o sin él, en otoño Praga bien vale un viaje.
Festivales y conciertos
Praga es una capital musical, especialmente en otoño. El Festival Otoño de Praga termina la secuencia de los festivales de verano de música clásica y de cámara más importantes de Europa. Esta es una oportunidad única para saborear la oferta musical en la capital checa.
Desde 1991 una serie de excepcionales conciertos interpretados por prominentes músicos se repiten en otoño en la actual sede de la Orquesta filarmónica checa, el Teatro Rudolfinum, un edificio neo-renacentista que cuenta entre los mejores lugares en Praga para deleitarse con la música.
Praga es un laberinto de calles, ideales para que el viajero se pierda por ellas. Su centro histórico cuenta con 10.000 obras de arte protegidas. La primera visita siempre corresponde al Puente de Carlos, que une las dos orillas del río Moldava y está decorado por treinta esculturas barrocas, como la de San Juan Nepomuceno. .
Del Puente Carlos al reloj más viejo del mundo
La tradición cuenta que, al enfrentarse al rey, fue metido en un saco y tirado al agua desde el puente. Mientras esto ocurría, según la leyenda, en la superficie del río aparecieron cinco estrellas. A lo largo de la historia, el Puente de Carlos ha sido el lugar elegido para torneos, celebraciones y batallas. Hoy está ocupado por comerciantes ambulantes, músicos y turistas.
Otra parada obligatoria es la Plaza de la Ciudad Vieja, y en ella el Reloj Astronómico, construido en el siglo XV, por lo que es el más antiguo del mundo todavía en funcionamiento. Cuando da la hora empiezan a desfilar los apóstoles, encabezados por San Pedro, con una llave dorada, y por último San Pablo, con una espada y un libro.
La originalidad del reloj astronómico de Praga recae en su complicada esfera astronómica, que indica la posición y el movimiento de los cuerpos celestes en relación a Praga. En la Plaza de la Ciudad nos encontramos el edificio del Ayuntamiento Viejo. En la antigüedad acogió desde mercados medievales hasta ejecuciones.
Mucho más que un castillo es el Castillo de Praga. Considerado como la mayor fortaleza medieval del mundo fue fundado en el siglo IX como residencia de los reyes de Bohemia. En el interior del complejo se encuentra la Catedral de Praga, el Convento de San Jorge y el Palacio Real.
Y la que se llama plaza sin serlo es la Plaza de Wenceslao. En realidad es un bulevar de 700 metros que sube hasta el Museo Nacional. Frente a él está la estatua de Wenceslao sobre su caballo. En 1968 llegaron hasta la Plaza los tanques que acabaron con la Primavera de Praga.
Otro clásico de la ciudad es el Niño Jesús de Praga, una pequeña estatua de cera de 48 centímetros a la que se le atribuyen numerosos milagros. Se encuentra en la Iglesia de Nuestra Señora de las Victorias, regida por Padres Carmelitas desde 1628.
La ruta de los imprescindibles de Praga puede acabar en el Antiguo cementerio judío. Es un inmenso cementerio de 12.000 lápidas que puede albergar unos 80.000 cuerpos. Alrededor del antiguo cementerio judío se levantan una serie de sinagogas que no fueron demolidas durante la invasión nazi porque Hitler esperaba conservar la zona como un museo dedicado a "una raza desaparecida".
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