Capital del estado brasileño del mismo nombre, fue fundada en el año 1554 por los padres de la Compañía de Jesús, y se consolidó como centro comercial enlazando el puerto de Santos con el centro del país. Su verdadera expansión comenzó, sobre todo, a partir de las décadas de los años 20 y 30 del siglo XIX, con la apertura de la Facultad de Derecho de Sâo Francisco y la llegada de numerosos inmigrantes llegados para trabajar en industrias como la cafetera, aunque no alcanzó sus gigantescas proporciones hasta ya en trado el siglo XX.
También llamada la "Manhattan de Sudamérica", no en vano su área metropolitana es una de las mayores del mundo con sus algo más de 20 millones de habitantes, conformando también el mayor centro comercial y de negocios de América Latina.
El crecimiento de la ciudad ha sido, sobre todo en las últimas décadas, esencialmente vertical, hasta convertirse en la cuarta ciudad del mundo en número de rascacielos, muchos de los cuales poseen su propio helipuerto, hecho que la convierte a su vez en la segunda del mundo en número de helicópteros privados, sólo superada por Tokio.
Poseedora de la clase media más numerosa, variada y mejor educada de Brasil, sus habitantes, gente activa y bien formada, suelen quejarse a menudo del tráfico, la contaminación o la violencia callejera en según qué zonas, pero a buen seguro, no se imaginarían viviendo en otro sitio. Ilustres ciudadanos oriundos de ella son Fernando Meirelles, Emerson Fittipaldi o Ayrton Senna.
Sede de varios equipos de fútbol, auténtica pasión nacional, como el Sâo Paulo, El Palmeiras, el Corinthians o la Portuguesa, lo es también del circuito de Interlagos, que cada año acoge el Gran Premio de Brasil de Fórmula 1.
Mestiza, vital, enorme, cosmopolita, a ratos podríamos decir que incluso caótica y con un dinamismo fuera de lo común... merece la pena darse un paseo por la Avenida Paulista, la Avenida Alves Cabral, la Praça da Republica, la Praça da Sé (en la que se encuentra la catedral), el ""Patio do Colegio" (auténtico centro histórico a partir del cual la ciudad nació y fue creciendo) o el espectacular Parque Ibirapuera, un auténtico oasis de gigantes dimensiones en medio de una selva de infinitos rascacielos. También merece la pena, dicho sea de paso, subirse a lo más alto de uno de éstos, como el Edificio Banespa, por ejemplo, y quedarse por unos minutos asombrado ante las colosales dimensiones de una urbe que parece no acabarse nunca, una vista realmente sobrecogedora.
Visitar el Teatro Municipal, de estilo barroco; alguno de sus numerosos museos, como el Museo de Arte de Sâo Paulo (MASP); el Edificio Copan, de Oscar Niemeyer; el Monasterio de Sâo Bento o la Catedral da Sé. Ir al teatro, la ópera, conciertos de todas las clases, géneros y colores (como los que nos pueden Ofrecer la Orquesta y Coro do Estado de Sâo Paulo, considerada la más importante de Sudamérica), perderse en su populosa vida nocturna...
En definitiva, una metrópoli para descubrir y sorprenderse en pleno "coraçao" de Brasil, los que hemos tenido la suerte de estar allí podemos dar fe de ello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario