La
 mina de sal de Wieliczka, en los alrededores de Cracovia, se encuentra 
en activo desde el s. XIII. Hoy sin embargo, y aunque todavía siga 
extrayéndose de ella sal gema, el turismo se ha convertido en la 
actividad principal, relegando la extracción de sal a un segundo plano. 
Sus 300 kilómetros de galerías son objeto de un escrupuloso 
mantenimiento a fin de evitar inundaciones. El agua sobrante sigue 
siendo bombeada hasta una planta de tratamiento, inaugurada en 1912 y 
modernizada en 2003, que extrae la sal que lleva. Negra como la roca, la
 sal de Wieliczka se vuelve blanca una vez triturada. Con ella se 
fabrican sales de baños perfumadas o sal de mesa, pero no se deje 
confundir: las lámparas de sal rosas o naranjas que se venden a la 
salida están fabricadas con sal de a saber dónde. El negocio es el 
negocio…
Que Dios te proteja
Lo más sorprendente de la mina de Wieliczka es la decoración de sus salas y galerías.
La
 pizarra arcillosa, con un contenido en sal del 85%, se ha ido tallando a
 lo largo del tiempo: estatuas, capillas y bajorrelieves piadosos y 
naïfs narran la historia de la mina, relatan sus leyendas y rinden a 
Polonia un homenaje patriótico en forma de escenas labradas en la sal, 
en las que, cómo no, Solidarnosc y Juan Pablo II ocupan un lugar de 
honor. Bajo tierra se ha acondicionado una sala de exposiciones, otra de
 conferencias, un bar, un restaurante y una auténtica catedral (a 
101 metros de profundidad).
Los
 guías, políglotas, son mineros. Cuando dos de ellos se cruzan, se 
saludan con un invariable “Que Dios te proteja”: ni siquiera el 
comunismo consiguió prohibir esta tradición. A pesar de lo 
extremadamente difícil de las condiciones, los mineros –funcionarios– 
estaban considerados unos privilegiados: por aquel entonces el rango de 
minero se transmitía de padre a hijo y todavía hoy siguen estando muy 
orgullosos de trabajar en Wieliczka.
Una
 escalera de madera se hunde en las entrañas de la mina: la cámara 
Russegger, situada en el punto más bajo de la visita, alberga el museo 
de las Minas de sal de Cracovia (incluido en la entrada). 135,60 metros 
de sal separan al visitante de la superficie. Un bar y un restaurante, 
situados a 125 metros bajo tierra, permiten al visitante, tras dos 
kilómetros y dos horas y media de excursión subterránea a 14°C, 
reponerse de las emociones. Si lo desea, podrá comprar, franquear y 
enviar una postal desde la misma mina.
Pozo Danilowicz
El
 pozo Danilowicz, antaño utilizado para subir la sal, fue excavado entre
 1635 y 1640. Hoy alberga las taquillas y la tienda de recuerdos.
La
 mina está abierta al público desde hace casi dos siglos. En 1493 
recibió a un visitante muy ilustre: Nicolás Copérnico, estudiante en 
Cracovia, a quien está dedicada la primera sala subterránea.
Cámara Janovice
La
 cámara Janovice, excavadas a principios del s. XVII, está decorada con 
seis estatuas que relatan la historia de la reina Kinga (Cunegunda en 
español), patrona de los mineros canonizada en 1999 por Juan Pablo II. 
Hija del rey de Hungría y esposa de Boleslao V el Casto, Kinga perdió su
 anillo de pedida en el pozo de la mina de sal de Marmarosz que su padre
 le había regalado. Al llegar a Polonia, ordenó excavar un pozo en las 
inmediaciones de Cracovia con la idea de encontrar agua. Los mineros se 
pusieron manos a la obra pero lo que descubrieron fue un yacimiento de 
sal gema. En el primer bloque que subieron se encontraba la sortija de 
la reina, llegada hasta aquí de forma milagrosa…
Cámara Casimiro el Grande
Esta
 sala, excavada en 1743, fue bautizada en 1968 con el nombre de Casimiro
 el Grande y está adornada con un busto tallado por Władysław Hapek.
En
 1368, Casimiro el Grande publicó una ley, conocida como el “Estatuto de
 Kazimierz”, que definía las condiciones de explotación de la mina y 
otorgaba a los mineros derechos sobre la sal extraída de la misma. La 
sal constituía por aquel entonces una riqueza económica de primera 
magnitud. Tanto es así, que la explotación de la mina representaba en el
 s. XIV el 30% de la riqueza nacional. Con los ingresos generados por la
 sal, el rey abonaba el salario de los dignatarios del Estado (no en 
vano el término salario deriva de sal, utilizada 
durante mucho tiempo como moneda de pago) y la paga de los soldados. La 
sal era asimismo indispensable para la conservación, transporte y 
comercio de los alimentos.
Enganche Kunegunda
El
 enganche Kunegunda, una galería que comunica dos pozos, está habitado 
por unos duendecillos traviesos y coloridos que custodian el tesoro de 
Wieliczka: se cuenta que cuando los mineros llegaban por la mañana a la 
mina se encontraban los vagones que el día anterior habían dejado 
completamente vacíos cargados de sal y que esto era cosa de los duendes…
Capilla de Santa Cruz
La
 capilla de Santa Cruz alberga una talla en madera policroma de Nuestra 
Señora de la Victoria (s. XVII) y un Cristo en madera del XIX. Esta 
capilla se encuentra en el segundo nivel de los nueve que, a lo largo de
 327 metros de profundidad, componen la mina. De ésta, está abierto al 
público menos de un 10%.
Capilla de Santa Cunegunda
La
 magnificencia de esta gigantesca sala impresiona a los visitantes, que,
 inconscientemente, bajan la voz nada más entrar en ella. Inaugurada en 
1896, tiene 12 metros de alto por entre 15 y 18 de ancho y más de 54 de 
largo. Los adoquines del suelo son enteramente de sal.
El
 centro del altar mayor está presidido por una imagen de Cunegunda 
tallada en sal en 1914. A sus pies se encuentran las reliquias de la 
santa, trasladadas en 1994 desde el convento de las Clarisas de Stary 
Sacz, donde la reina, profundamente apenada por la muerte de su marido 
en 1279, acabó sus días tras hacer donación de todos sus bienes a los 
pobres.
La capilla es lugar de culto donde se celebra misa, 
entre otras fechas, el 24 de julio (día de santa Cunegunda) y el 24 de 
diciembre (misa del Gallo).
Cámara Erazm Barącz
El
 lago de la cámara Erazm Barącz, de 9 metros de profundidad, ha inundado
 parte de esta sala, situada a 100 metros de profundidad y explotada 
durante dos décadas a partir de 1846. Se dice que su agua es más salada 
que la del Mar Muerto… y es verdad.
Una
 galería de madera situada por debajo del techo de la sala (prohibida a 
los visitantes) permite a los mineros vigilar la estanqueidad de las 
paredes.
Erazm Barącz, célebre coleccionista de arte, fue director de la mina de Wieliczka entre 1917 y 1918.
Capilla de San Juan
La
 capilla de San Juan, de madera pintada y barnizada, fue construida en 
1859 en un recóndito tramo de la mina. En 2005 fue trasladada para que 
los visitantes pudieran verla y de paso salvarla del ataque callado del 
salitre. La galería Antonia, a la izquierda, lleva hasta el museo y el estrecho ascensor, original, que devuelve a los visitantes a la superficie.


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